23 - 07 - 09





Cuando no soy consciente y tengo conflictos sin resolver, el pensamiento condicionado es el que suele reinar en mi conciencia. Es como una voz con la que estoy identificado y que habla dentro de mí. Una voz que lleva asociada multitud de emociones y que va dirigiendo mis acciones. Es decir, que en este caso, lo que dirige mi vida es una inercia de viejas ideas y emociones más o menos crispantes. Aunque también pueden ser, en cierta manera placenteras, cuando son cumplidos sus deseos.


Este placer que se obtiene cuando el ego se acerca a su objetivo, es directamente proporcional al dolor que aparece cuando se aleja de lo que busca. Y es que para tratar de solucionar el conflicto, el ego puede llegar a hacer muchas cosas, placenteras o dolorosas, pero finalmente nocivas, en un grado u otro. Y si añadimos que estoy identificado a toda esta estructura de funcionamiento, puedo concluir diciendo que ésta actúa como una auténtica droga a la que soy adicto. Estoy enganchado al yo, al ego.


Pero Yo no soy eso. Todo lo más, un funcionamiento que puede haber en mi conciencia de forma pasajera. Y si permanezco atento, centrado y sereno, puedo ver brotar en mi mente el pensamiento correcto, comprensivo y creativo. Y es entonces que éste dirige mi vida. Esto se puede experimentar y se puede entrenar, y es algo verdaderamente valioso, extraordinario. Es el verdadero poder: tener la capacidad de parar la inercia mental condicionada, centrarse serenamente, contemplar la situación, valorar la información y obrar correctamente en armonía con la mente y el corazón.