
Buenos días Seño, hoy recordé algo y quise volverle a escribir...
Aquella vez yo tendría 5 o 6 años y sólo quería expresar el contento que tenía en aquel momento, a usted, mi señorita de aquel curso, porque en ese día comenzaba algo bonito para mí… sólo era una frase, una breve exclamación añadida al ejercicio que teníamos que entregarle como deber… esperaba compartir mi alegría con usted cuando lo leyera… pero al rato después de entregar mi libreta junto con la de los otros, sentí el terror… estaba usted muy enfadada con la clase, mucho… y seguramente con razones… así que, con ese estado de ánimo, yo ya no podía permitir que usted leyera mi alegre expresión añadida al deber que nos habías mandado… aunque no sepa explicarme muy bien, entiéndame, mi Seño… en ese momento, si usted no hubiese visto mi frase con amor y dicha, si usted me hubiera reprobado aunque fuera mínimamente, si usted hubiese leído eso ante los demás en tono jocoso y los otros niños se hubiesen burlado de mí… si hubiese pasado todo esto o algo de esto, en ese momento hubiese muerto… así que tuve que levantarme e ir a por mi libreta para borrarlo y volvérselo a entregar antes de que empezara a corregir… y con el mismo miedo que invade a los hombres que van a morir, allí que fui… y temblando, disimulando y queriendo ser otro de quien yo era ante usted, ante mi clase y ante mi mundo… lo borré…
Ya sé que puede parecer raro contarle esto ahora, mi Seño, pero entiéndame… yo era muy pequeño y tenía mucho miedo…
Aquella vez yo tendría 5 o 6 años y sólo quería expresar el contento que tenía en aquel momento, a usted, mi señorita de aquel curso, porque en ese día comenzaba algo bonito para mí… sólo era una frase, una breve exclamación añadida al ejercicio que teníamos que entregarle como deber… esperaba compartir mi alegría con usted cuando lo leyera… pero al rato después de entregar mi libreta junto con la de los otros, sentí el terror… estaba usted muy enfadada con la clase, mucho… y seguramente con razones… así que, con ese estado de ánimo, yo ya no podía permitir que usted leyera mi alegre expresión añadida al deber que nos habías mandado… aunque no sepa explicarme muy bien, entiéndame, mi Seño… en ese momento, si usted no hubiese visto mi frase con amor y dicha, si usted me hubiera reprobado aunque fuera mínimamente, si usted hubiese leído eso ante los demás en tono jocoso y los otros niños se hubiesen burlado de mí… si hubiese pasado todo esto o algo de esto, en ese momento hubiese muerto… así que tuve que levantarme e ir a por mi libreta para borrarlo y volvérselo a entregar antes de que empezara a corregir… y con el mismo miedo que invade a los hombres que van a morir, allí que fui… y temblando, disimulando y queriendo ser otro de quien yo era ante usted, ante mi clase y ante mi mundo… lo borré…
Ya sé que puede parecer raro contarle esto ahora, mi Seño, pero entiéndame… yo era muy pequeño y tenía mucho miedo…
No sé, mi Seño… he sentido que tenía que contárselo…
Porque hoy lo he recordado…
Porque fue tal dia como hoy hace muchos años…
Porque para mi ha supuesto un símbolo del inicio de los pequeños éxitos de mi gran fracaso…
Porque me pasé gran parte de mi vida reprimiendo mi dicha y mi felicidad en función de otros…
Porque con ello me proclamé acusado perpetuo en los juzgados de los demás…
Porque fui condenado por mí mismo a encerrar mi corazón en prisión…
Porque tiré las llaves de esa cárcel en el tornado de mis pensamientos…
Porque en ese tornado he habitado mucho tiempo sin encontrar consuelo ni comprensión…
Por todo eso, mi Seño, por todo eso que he sentido que tenía que escribirle… porque ese tornado me llevó, como a la niña Dorothy, a un mundo de Oz… donde fui un león sin valor, un espantapájaros sin cerebro y un leñador sin corazón… donde busqué como un loco la ciudad esmeralda, para enloquecer aún más… de donde quise desaparecer volando muy alto y de donde no pude irme porque no podía abandonar a un amigo… donde hubo brujas malas… donde hubo magos farsantes… pero donde también le digo, mi Seño, que hubo brujas buenas y zapatos mágicos… y que éstas me enseñaron como usarlos para regresar a casa…
Por esto es, mi Seño, que hoy estoy feliz… porque regreso a casa...
Porque felicidad, es lo que yo soy…
Ahora puedo decirle que le tengo un gran aprecio y que la recuerdo con mucho amor…
Y decirle también que a este deber que le entrego hoy, mi Seño, también le he añadido un breve comentario…
Usted no lo llegó a leer porque yo no quise que lo hiciera, pero es el mismo de entonces…
De leerlo en aquella ocasión, como de leerlo ahora, tal vez sirviera para alegrarle un poco más el día a usted, a la clase y al mundo…
O tal vez no…
Sólo sé que escribirlo me da alegría... y que en ella os incluyo a todos…
Y que esta vez, no lo borraré…
¡Hoy es Primavera!